La Rue Morgue – [1997] La Rue Morgue (o también 48 minutos de elegancia musical) [POST INVITADO]

Inauguramos (por fin) la tan esperada sección de post invitados, en la que no todos los lunes, tendremos colaboraciones de algunos amigos. Ya vendrán más!!

por Rodrigo Castañón Silva



Es 1997, mi despertar juvenil se mezcla con ese sentimiento artístico no reconocido aún y al frente mío, entre compañeritas que me gustaban y amigos inseparables, comienzo a escuchar un recital, acaso uno de los primeros de mi vida, en mi colegio. Es cierto, estaba esperando a los chancho, pero creo que la apertura de La Rue Morgue fue una de la cosas definitivas de mi vida. No podía creer lo que escuchaba, un sonido extraño (¿eso era jazz solapado?) fresco, armónico, elegante. Al día siguiente rogué a mi padre para que me pudiera comprar el CD (en ese entonces se compraban los discos) y él, caritativo como siempre ha sido, me regaló LA RUE MORGUE – LA RUE MORGUE  en el mall Arauco Maipú. Ahí conocí a Javier Chamas, Pancho Valenzuela, Javier Rodríguez, Michel Maluje y a Federico Daneman.


Recuerdo Sombra de las Nueve y Treinta, el tema que abre el disco. Solía escucharlo poco, porque me daba pena pensar que los chocolates escondidos en el closet eran algo con lo que recordaría a los futuros muertos de mi familia. Quizás ahora más viejo, puedo comprender el sonido de un bajo fuerte y preciso para una historia muy triste y al cabo de un par de muertes, puedo comprender que quizás es mejor estar cantando que llorar. 


Después de No Necesita Tanto (Armónica y precisa) aparece la primera gran joya del disco, Blues a Dos Mujeres.


Si no es un clásico de la música nacional, pega en el palo. Primero, tomamos la inspiración de la Rayuela de Cortazar, le agregamos un tributito al piano jazzeado de Tori (¿Amos?) y cerramos con  la figura del WalkMan (vetusta hoy, pero en el 97 era parte del uniforme colegial). Todo eso mezclado con la sutil guitarra del ahora afamado jazzero Federico Danneman y producido con un sentido comercialmente popero (quizás gentileza del Cuti Aste).  Es una estructura poderosa de que además tuvo su videíto dando vueltas. 


Y a propósito de dar vueltas, el otro gran single. Sigues dando Vueltas,  canción fogatera y que representa romanticismo, entrega a toda prueba, vulnerabilidad y poesía real. Una real mierda para un rockero, pero que con el pasar de los años y la llegada de los desamores y todas esas cosas agarra una buena cuota de realidad y entendimiento. Nota aparte es que con esta canción aprendí la diferencia entre la creación libre y el mundo pirañístico de las radios que te hacen cortar tu obra. La canción original tenía un intro y un solito a guitarra acústica, la que salió a la radio era concisa y al hueso, nada de intros, solitos ni nada que desviara del verdadero sentido: Vender. Buena lección. 


Nunca fui tu amor. Para un adolescente como yo, enamoradizo pero introvertido, casi un himno. Probablemente he dicho esto muchas más veces de lo que recuerdo, así es que lo “diré” nuevamente. Pudo haber sido muy buena,  muy rocanrolera, pero… la siento poco jugada. Como que le faltó la chaucha pal peso. Con la movida Hija de la Gran Bretaña mi padre y yo solíamos divertirnos mucho tirando la talla de insultar a la gente diciendo “hija de la gran” y luego agregando el… “Bretaña”. Me gustaba mucho los platos que van marcando la estrofa antes del coro, una interesante manera de marcar el compás. Un dato sonoro, la guitarra de Daneman paneada toda la canción al lado derecho justo en el momento del solo, se toma el centro de la mezcla de una forma demasiado notoria.


Todavía fue el tercer single y era una interesante manera de mostrar optimismo desde el punto musical con un teclado de acordes muy abiertos en el intro y las respuestas de la estrofa. Pareciera que la voz de Pancho Valenzuela llega a su límite al momento de afirmar su premisa.  Agoniza en Madrid,  retrata de una manera magistral el darse vuelta la chaqueta y el no darse cuenta de cómo se construye un monstruo. Una reflexión al Chile post Dictadura en la que los amigos diestros se desmarcaban de todo lo que oliera a Milico y los del otro lado daban vueltas en círculos pensando en las libertades que tenían ahora que había llegado la alegría. Una situación interesante era la que se retrataba en el puente. El narrador confronta a este tipo exiliado (premonitoriamente lo que pasaría con pinocho en Londres al año después) y  le dice “yo sé  bien que hiciste daño pero que le vamos a hacer”.  Para ese momento una actitud de desconcierto y resignación, del tipo “cuándo voy a lograr que este weón pague todo lo que hizo, mejor me conformo con que ya no esté en el poder” pero que hoy luego de todo lo que ocurrió después de The Clinic y la muerte del mismo Pinochet, parece una actitud poco jugada. Bonito análisis contextual.


Déjame un poco de Amor, es acaso lo mejor de este disco. Si cerramos los ojos, podríamos ver mozos sirviendo copetes, el humo de un pucho consumiéndose (una imaginación antes de que los imbéciles prohibieran todo en este país) y la construcción del climax musical hasta llevar a los aplausos espontáneos. Una muestra de ejecución musical extraordinaria y de una producción sublime. Punto aparte la honestidad brutal de la letra que podría haber sido slogan de una campaña feminista, “Tengo pasajes para un tren, quizás jamás lo tomaré, porque soy débil sin tu amor mujer”.


Nadie Más me enseñó la palabra “salvoconducto” que luego intentaba utilizarla en cualquier frase, siguiendo mi estupidez crónica. Me gustaba mucho el ritmo, pero creo que era una canción que se empareja mucho con la siguiente, Justicia Divina y la verdad es que esta última me gustaba más. No sé porqué pero siempre tendí a elegir esta sobre la primera. Quizás el teclado, quizás el slap del bajo o quizás eso que ocurre hacia el final del solo cuando hay un juego rítmico entre guitarra y batería que siempre he querido replicar.


Llegando al final del disco Bicicletas y Todo se Va, probablemente el único error de este disco, dos canciones demasiado apagadas para un cierre de disco. La primera, una forma interesante de hacer ver cómo enfrentar la vejez y la segunda, un relato demasiado acongojado. Un arreglo de cuerdas sostiene acordes muy tristes de piano y comentan una temática de despedida,  no la oía con frecuencia pues creía que no le hacía justicia a un disco tan bueno.

Para el final, la comentada Sigues Dando Vueltas versión de radio. Como dato para aquellos románticos, fue rescatada el año pasado para contar las desventuras de la Cristina y el Monito en Soltera Otra Vez.

Disco imprescindible para la música nacional, que aún en épocas de Fomes, Peor es Mascar Lauchas y demás, logró un posicionamiento por si solo, entregando una manera de mezclar pop, rock, blues y jazz que difícilmente sea equiparada por alguna banda actual.

 
1. Sombra de las 9 y 30
2. No necesita tanto
3. Blues a dos mujeres
4. Sigues dando vueltas
5. Nunca fui tu amor
6. Hija de la gran bretaña.
7. Todavía
8. Agoniza en Madrid.
9. Déjame un poco de amor
10. Nadie más
11. Justicia divina
12. Bicicletas
13. Todo se va
14. Sigues dando vueltas

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